“Hoy nos hemos reunido no para recrear el mundo helénico, sino para aproximarnos a esa parte, aparentemente, más pobre de lo clásico, a aquella particular creación que fue la romanidad (…)Por siglos la romanidad fue una realidad viva y no una cobertura justificante de presuntas explotaciones. Su proceso de descomposición, que no pudo ser detenido por los actores, no estuvo exento de creaciones y grandezas. Sus restos fueron disolviéndose, no sin antes dar el espacio y el tiempo de respiro para que los gérmenes, que había sembrado, se convirtieran en esa experiencia múltiple y enigmática cuyo fin aún no vemos, esto es, la cultura occidental.
No solamente por estas razones, sin también por la muy particular posición nuestra, es que creo que nos es doblemente interesante sumarnos a este oráculo que es la historia de Roma. Más allá de las comparaciones superficiales, nuestro tiempo – a mi parecer- posee una particular similitud con la situación a que respondía la romanidad.
En Chile todos hablan contra todos y por todos lados acerca de la institucionalidad política. Pero pocos se plantean la pregunta básica sobre el acto fundante de la institucionalidad, sobre las condiciones del poder político. La romanidad, más allá de las bajezas o de las incapacidades temporales de sus portadores, muestra una tendencia, muestra una serie de ideales que eran guías no teóricos, sino muy prácticos, muy vitales, de su tarea educativa. Ideales y tendencias que permitieron la constitución de una institucionalidad política que, pese a los vaivenes propios de épocas de catástrofes, pudo ofrecer una base de protección a una cultura.
Por desgracia se confunde con demasiada frecuencia el pensamiento con la adhesión a consignas, a palabras que no afincan en ninguna actitud vital, en ningún vuelo espiritual. Y este es un mal que no se puede asignar a algunos grupos exclusivamente, sino que todos estamos en constante peligro de vernos arrastrados a ese círculo vicioso…Solo el estudio trabajoso, el pensamiento que signifique pensar en el saber, puede ir creando ese espacio de autonomía.
En esta Semana de Estudios Romanos nos hemos reunido para llevar a efecto el acto máximo del quehacer universitario: el informe a la comunidad y a quienquiera escucharlo, de las investigaciones realizadas. Esta es la mas alta instancia universitaria. Sin la perspectiva de la investigación la universidad es una vana empresa (…) Esta aventura del pensamiento se debe realizar en cada una de las instancias universitarias, pero no tiene sentido sin esta etapa culminante, sin la investigación realizada. En un tiempo en que el apoyo material que el estado le presta a las universidades está en discusión, recae una grave y pesada responsabilidad sobre quienes a continuación expondrán sus trabajos. Si el estado no presta su apoyo material, estas investigaciones – imprescindibles dentro de sus límites- se volverán imposibles. Pero también sus autores comparten una dura cuota de responsabilidad; sin una excelencia en la investigación, difícilmente podrán encontrar abogados que las justifiquen.
Con las conocidas dificultades materiales hemos podido ofrecerles estas jornadas. En gran medida, previsiones de los organizadores del año pasado y la generosidad de un profesor y su equipo han hecho posible el que nosotros estemos aquí. Para ellos va nuestro total reconocimiento por su actitud ejemplar. Especial mención merece el profesor Dr. Héctor Herrera Cajas, inspirador de estas Semanas. El R. P. Adolfo Etchegaray Cruz, quien ha estado constantemente inquieto por su realización y ha establecido contactos con diversos profesores. También hay que agradecer la paciente, diligente y eficiente labor desarrollada por el Prof. Raúl Buono-Core Varas, en la nada fácil tarea de organizar estas jornadas.
A nombre del instituto de Historia les agradezco a todos Uds. La presencia en este recinto y confío en que las horas que aquí pasen sean del mayor provecho.
Extracto Discurso del Prof. Joaquín Fermandois Huerta para la Inauguración de la III Semana de Estudios Romanos, 3 de noviembre de 1975.