Así surcaban los mares los etruscos
ROMA – El cielo de la tumba “de cámara” del siglo VII a.C. aparecía caído. Y las vasijas de los ajuares funerarios estaban reducidas a un cúmulo de escombros. Tal vez es por esto que los ladrones de tumbas a la caza de tesoros en Etruria no se molestaron en saquearla. Pero es de ese cementerio de fragmentos, que poblaba junto a otras siete tumbas la necrópolis aparecida en la via Alfredo D’Avack, en la via Veientana, a unos veinte kilómetros de Roma, que el equipo de la Superintendencia de Bienes arqueológicos de Roma dirigido por Daniela Rossi ha hecho el descubrimiento más extraordinario de todos los tiempos en el estudio de la navegación antigua, etrusca e itálica. Una vasija, un “Katharos”, recompuesto como un rompecabezas de mil piezas, sobre el cual está grabada la imagen de un barco. “Es la más importante representación de un barco del mundo antiguo, porque es la primera vez que encontramos una representación de esta época que sea tan compleja. Un barco que tiene las características propias de la navegación marítima”, cuenta Daniela Rossi. Un descubrimiento que revoluciona la historia de Veyes, centro de la Etruria meridional que ocupaba el valle del Tíber. “El tema que hasta hoy ha dividido a los historiadores es si Veyes había o no navegado en el mar- reflexiona Rossi- Todos están de acuerdo en sostener que en este importante centro se utilizara la navegación fluvial, pero que fuese una gran potencia del Mar Tirreno era todavía una hipótesis a verificar”. La “vasija príncipe de la tumba 3 de via D’Avack”, como la llaman los arqueólogos, cambia las cartas en juego. Y el capítulo sobre Veyes esta destinado a ser complemente reescrito.
LA FLOTA DE VEYES- Porque Veyes tal vez no habrá sido tierra de poetas y santos, pero de navegantes, si. Dedicados al comercio y a la piratería, con un puerto, ubicado, a la luz de recientes excavaciones, entre Fiumicino y Fregene. Todo esto lo podemos entender leyendo atentamente los minuciosos detalles de esta representación, como indica Daniela Rossi, acariciando con afecto maternal la vasija: “Es un barco de vago gusto oriental con las puntas redondeadas, de uso mixto de transporte y bélico. El puente superior esta ocupado de dos figuras humanas: en la proa hay un guerrero barbado con yelmo, escudo redondo y dos lanzas sobre los hombros, y sostiene una escalara de once peldaños. En la popa, una figura con barba esta sentada sosteniendo un timón en forma de remo. Los remadores están de a cuatro, sentados con las piernas estiradas, y una garza aparece como augurios para la navegación”.
CABALLOS Y MERCANCÍAS: El mástil mayor ostenta el complejo cordaje de las velas, mostrando una propulsión híbrida de viento y remos. “El barco tiene un largo de al menos veinte metros y es de un tonelaje notable, y su complejo sistema de velas testimonio su vocación marinera- advierte el arqueólogo Alessio De Cristofaro. Podía afrontar trechos en alta mar con un radio de acción desde la Magna Grecia a la Costa Azul”. “ Por primera vez encontramos caballos representados como cargamento de un barco- observa Rossi- y cada uno tiene su pesebre”. Una curiosidad es la presencia de la figura de un hombre con un traje de cuadros: un vestuario que connota el rango aristocrático del personaje. Pero el barco revela también un enigma: un símbolo críptico, sobre el cual aún debaten los estudiosos, tal vez evocador de la familia del sepulcro. Porque es al propietario de la tumba a lo que todo apunta: “La vasija es la autobiografía del difunto, nos cuenta las gestas, nos dice que andaba por el mar- subraya Rossi- Y así como sobre ambos lados de la cerámica aparecen dos escenas de barcos, debería haber tenido una flota, para el transporte de mercancías, pero también para hacer pillaje”. Hay que imaginarlo comisionar a un ceramista local una vasija que mostrara todas sus cualidades profesionales. “Una cerámica que celebrara su memoria durante el rito del simposio final, cuando los comensales se pasaban el vaso del que bebían vino mezclado con agua”, cuenta Marco Arizza del CNR-Iscima, que con Alessandra Pergrossi condujo la excavación. Del ajuar de la tumba se descubre un perfil detallado del hombre, un “princeps”, jefe de una aristocracia gentilicia de Veyes: “Cultivaba vino y olivos porque hemos encontrado hoces de hierro y criaba ganado porque han aparecido cuchillos a llama típicos para cortar carne”, recuerda Arizza. Pensar que el hallazgo se realizó durante una de esas excavaciones preventivas de rutina, llevadas a cabo para investigar una área de interés para un proyecto municipal. Fatalidad, el constructor es también un constructor de naves.
Fuente: http://www.ilmessaggero.it/societa/nolimits/archeologia_veio_etruschi/notizie/252565.shtml
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